Martes 14 Julio 2015
Los priístas bajacalifornianos están pasando por situaciones sumamente incómodas, hacia los comicios locales del 2016.
No encuentran, cómo sacudirse, o eludir, los efectos negativos de las reformas estructurales impulsadas por el Presidente Enrique Peña Nieto, en especial las fiscales, que tuvieron graves repercusiones económicas para los mexicanos.
Sin embargo, lo más delicado, es la pésima imagen de los exalcalde priístas, Carlos Bustamante Anchondo, de Tijuana, Javier Robles Aguirre, de Playas de Rosarito, Javier Urbalejo Cinco, de Tecate, Enrique Pelayo Torres, de Ensenada, y Francisco Pérez Tejada, de Mexicali. Todos una “joyitas”. Lo peor del priísmo en la entidad.
Sorprendió un tanto, que en los comicios del 2010, el PRI haya ganado las cinco alcaldías de Baja California. Las frivolidades del panismo, ya habían hartado a los bajacalifornianianos. Así que los triunfos priístas, no fueron precisamente porque sus candidatos fuesen muy prometedores.
Sin embargo, lo que más sorprendió, fue conocer las condiciones desastrosas en que quedaron las finananzas de las administraciones municipales, que manejaron a su antojo. Había elementos suficientes para enviarlos a la cárcel, a los cinco exalcaldes. Si ninguno está preso, es porque la fracción parlamentaria del PRI, en las dos últimas legislaturas estatales, se dedicaron a negociar. Algunos funcionarios panistas, también tenían “pecados” y jalarles el tapete, hubiese sido contraproducente también para el partido blanquiazul.
Esto fue aprovechado, por el exgobernador José Guadalupe Osuna Millán y su sucesor, Kiko Vega, para servirse con la “cuchara grande” y nada de lo propuesto por ellos, fue bloqueado por los priístas y sus aliados.
Las malas actuaciones de los alcaldes priístas, en el trienio 2010-2013, repercutió en los siguientes comicios, los de 2013, en los que apenas lograron rescatar 3 de las cinco alcaldía, con bastantes apuros. Y los nuevos alcaldes, emanados del tricolor, han tenido que pagar “los platos rotos”, de sus antecesores.
Sin recursos, con hartos problemas al interior de las administraciones municipales y el abandono total de sus jurisdicciones municipales. De paso, un sentimiento de rechazo hacia todo aquello en lo que participan los políticos priístas.
Casi tres años después, los bajacalifornianos aún no olvidan los excesos y abusos de los cinco exalcaldes priístas.
Por ejemplo, hablar de Bustamante, es recordar el sucio negocio del llamado programa de modernización del sistema de alumbrado público de Tijuana, en el que pagó 140 millones de pesos, aún antes de que se instalara una sola luminaria nueva y que desaparecieran 40 mil piezas, que ahora nadie sabe en dónde quedaron.
Hablar de Francisco Pérez Tejada Padilla, es recordar el desvío de aproximadamente mil millones de pesos, correspondientes a las cuotas de los burócratas, destinadas al Issstecali, entre otras cosas.
Cosas similares, puede decirse de Tito Robles, exalcalde de Playas de Rosarito, que en los comicios del 2016, se dice que contenderá por una diputación local, de Pelayo Torres, exalcalde de Ensenada y en especial de Urbajelo Cinco, quien tuvo la desfachatez de operar la Tesoreria del Ayuntamiento de Tecate, desde su casa, cuando ya había concluido su gestión. Y ahora cínicamente ocupa la secretaría general de la dirigencia estatal del PRI, para tratar de eludir acciones penales en su contra.
Pesada la carga, para los priístas que contiendan para alcaldes o legisladores locales en el 2016. Requerirán de mucho valor, o demasiado cinismo, para hacer como que no escuchan, cuando los electores les refieran las tropelías de los exalcaldes del tricolor y la complicidad de los diputados locales, que en su momento, en lugar de llamarles a cuentas, les ayudaron a echar tierra a sus cochinadas. Una costumbre gatuna y de otros animales.
El problema, para el priísmo, es que quienes han manifestado interés por contender en el 2016, por algún puesto de elección popular, podría decirse que son de la misma “producción” de los ahora innombrables. A quienes, igual que casi todos los electores, odian y repudian, pero por ser “compañeros de partido”, no pueden señalar o acusar, públicamente, sin riesgo de morderse la lengua.
Problema mayor, para el priísmo, pues además del repudio generalizado de los electores, estarán en desventaja ante posibles candidatos ciudadanos, ahora tan de moda, luego del triunfo electoral de Jaime Rodríguez, “El Bronco”, gobernador electo de Nuevo León.
Contrario a lo que ocurría antes, de que en cada elección, entre los priístas, brotaban aspirantes, hasta de debajo de las piedras. Cualquiera se sentía con méritos suficientes para contender. Y ahora quizás también, pero en esta ocasión, luego de los resultados electorales del 2015, requieren de mucho valor, para enfrentar los riesgos de derrotas.
Puede decirse, que varios priístas, han estado analizando con cuidado estas condiciones. Se juntan y cuentan “sus canicas”. Varios de ellos, tienen que reconocer, que ni juntas, las de unos y otros, no les alcanzan, para ganar el juego electoral del próximo año.
Así mismo, aunque no mencionan nombres, invariablemente maldicen la existencia de los priístas que estuvieron al frente de los cinco ayuntamientos de los municipios de Baja California, en el trienio 2010-2013. En voz baja, o entre dientes, tienen que reconocer, que los innombrables, son un lastre para el priísmo en el 2016.
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