El gobernador de Baja California
busca encarcelar
al dirigente antorchista en el
estado
Aquiles Córdova Morán
Secretario
General del Movimiento Antorchista Nacional
Como en todo el territorio nacional, el
antorchismo bajacaliforniano está constituido por hombres y mujeres de los
estratos sociales más pobres y olvidados de ese estado fronterizo, y su lucha
social enarbola, por tanto, las mismas banderas que en el resto del país:
vivienda, salud, educación, fuentes de empleo, apoyo a los productores directos
de la ciudad y del campo; servicios básicos como agua, luz, drenaje, banquetas
y pavimento; un medio ambiente sano y limpio; instalaciones culturales y
deportivas; seguridad social y garantías para la vida y la integridad de las
familias, las personas y su escaso patrimonio, entre otras similares.
Estructurados y educados por sus dirigentes,
los antorchistas de Baja California saben muy bien que sus demandas no son
ningún abuso de la “bondad” de los gobernantes, ni mucho menos un delito por el
que deban ser criticados o sancionados por nadie, sino un reclamo legítimo de
derechos que se hallan claramente formulados y garantizados por la Constitución
del país y leyes derivadas; que, por tanto, quienes están fuera de la ley, es
decir, los verdaderos delincuentes, son quienes se niegan a atender y resolver
sus peticiones, pues con ello desacatan abierta y descaradamente las
disposiciones legales en vigor.
Saben también que sus peticiones no pueden ser
vistas como si fueran dádivas que dependen únicamente de la “buena voluntad” y
de la filantropía de los gobernantes; que a ellos, por tanto, no se les puede
tratar como a un mendigo flojo y atenido que sólo sabe tender la mano para
implorar “una limosna por el amor de Dios”; que, por el contrario, lo que
reclaman lo han pagado, y pagado muy bien y por adelantado, con el trabajo
productivo que aportan a la nación y con los impuestos directos e indirectos
con que contribuyen al erario estatal y nacional.
Y saben también, por último,
que el sueldo mismo, las comodidades y hasta los lujos y excesos de los
funcionarios, también los pagan ellos, y también por adelantado. De allí la
“terquedad” y “empecinamiento” con que sostienen sus banderas de lucha.
Pues bien, como decía, los antorchistas
bajacalifornianos vienen librando, desde que nacieron como organización, una
lucha heroica y abnegada por conquistar mejores condiciones de vida para ellos
y sus familias; pero han buscado siempre lograrlo mediante el diálogo y la
negociación razonados y razonables, respetando la normatividad y a los
funcionarios encargados de aplicarla; rehuyendo, hasta donde es posible, los
gritos, los sombrerazos y las protestas públicas; aguantando a pie firme, más
de una vez, la soberbia, la prepotencia y las humillaciones con que suelen
responderles los poderosos.
Y, como en todos lados, el antorchismo en Baja
California ha venido creciendo y consolidándose con estos procedimientos y a
pesar de este difícil, tortuoso y engañoso camino, que a veces parece fácil,
llano y prometedor, y a veces, las más, un desfiladero lleno de peligros.
Un caso típico es el actual gobierno del
estado. Tanto en su campaña como en sus primeros pronunciamientos ya como
gobernador, el panista Francisco Arturo Vega de Lamadrid sembró en mucha gente
la esperanza de que, por fin, había llegado un político buen conocedor de su
pueblo, sensible a las carencias de las mayorías empobrecidas, consciente de la
difícil coyuntura nacional y mundial que se caracteriza por una monstruosa y
absurda concentración de la riqueza en pocas manos, mientras la pobreza crece
como una amenazante marea que pone en riesgo la tranquilidad social en el
planeta entero.
Se esperaba una bocanada de aire fresco que se tradujera en
comprensión, sabiduría política, diálogo constructivo, voluntad firme para
barrer los vicios del pasado, inmediato y remoto, y hechos contantes y sonantes
para todos, pero en especial para quienes han carecido de lo elemental desde el
principio de los siglos.
Han pasado apenas 5 meses del nuevo gobierno y
ya las bellas esperanzas se ha vuelto humo. En lo que respecta a los
antorchistas, también ellos presentaron en tiempo y forma su pliego de demandas
depurado, priorizado y reducido al mínimo, con la ilusión de que fuera resuelto
sin retrasos ni objeciones; y también aquí la esperanza se ha evaporado al
choque con una realidad que les muestra una cara dura y amenazante.
Ninguna
demanda significativa ha sido resuelta, ninguna gestión ha prosperado, ningún
diálogo ha sido posible. Todo (argumentos, cifras, indicadores de pobreza) se
estrella contra el muro de sordera y prepotencia del gobierno de Francisco
Arturo Vega de Lamadrid. La gente comienza a añorar a los gobiernos anteriores.
Pero el nudo gordiano, el gran obstáculo que
vino a provocar un amenazante salto cualitativo en el conflicto es, ¡asómbrese
usted! un problema educativo: resulta que un centro escolar, fundado en una de
las colonias más desoladas, polvorientas y miserables de Tijuana, pero que en
poco tiempo ha logrado reunir una matrícula superior a los mil alumnos,
demostrando con ello su absoluta necesidad y racionalidad, le ha puesto los
pelos de punta al señor Gobernador y a su Secretaria de Educación, que, con
argumentos que avergonzarían a un palurdo cualquiera, le niegan el reconocimiento
oficial, el nombramiento y pago a la planta de maestros y la construcción de
aulas definitivas en lugar de las casuchas de cartón donde ahora laboran.
Los
antorchistas, obviamente, rechazan los “argumentos” oficiales; ven en ellos el
colmo del autoritarismo, la marginación y la discriminación reaccionaria, que
niega a sus hijos el derecho a la educación. Y se han lanzado a la calle a
exigir justicia y solución a sus demandas. El conflicto cumplió ya los dos
meses, y la única respuesta del gobierno es la conocida, manoseada y desgastada
maniobra de una guerra mediática, pagada por cierto con dinero público, para
desinformar a la opinión con una versión falsa y distorsionada del problema,
calumniar e infamar a los dirigentes antorchistas y, últimamente, para lanzar
amenazas en su contra.
En este último tenor, las dirigencias
Antorchistas local y nacional han recibido informes de buena fuente en el
sentido de que el gobernador Vega de la Madrid prepara “un cuatro” al profesor
Ignacio Acosta Montes para mandarlo a la cárcel por un buen tiempo. Nacho
Acosta es un líder social con una sólida preparación profesional; es
inteligente, culto y mesurado; es, además de líder en Baja California,
Presidente de la Coordinadora Regional Antorchista del Noroeste, que agrupa a
los estados de Sinaloa, Sonora, Baja California Sur y Baja California; y es
miembro distinguido de la Dirección Nacional Antorchista. De modo que su
encarcelamiento será un feroz e inexcusable agravio a todo el Antorchismo
Nacional, que responderá en tal caso con todo lo que esté a su alcance y según
lo indiquen las circunstancias. La lucha por el reconocimiento del centro
escolar en la colonia Unión Antorchista de la Delegación Ojo de Agua, en
Tijuana, no se detendrá; y es, a partir de ahora, un asunto que incumbe a todo
el Movimiento Antorchista del país.
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