Compañeras
y compañeros de partido;
Compatriotas:
Aquí
está el PRI con su fuerza. Aquí está el PRI con sus organizaciones; está
con su militancia, está con la sensibilidad de sus mujeres y de sus
hombres. Aquí está el PRI con su recia vocación política. Aquí está el PRI
para alentar la participación ciudadana.
Aquí
está el PRI para mantener la paz y la estabilidad del país, para preservar
la unidad entre los mexicanos. Aquí está el PRI en pie de lucha. Aquí está
el PRI celebrando un año más de intensa actividad política.
Aquí
está el PRI que reconoce los logros, pero también el que sabe de las
insuficiencias, el que sabe de los problemas pendientes.
Aquí
está el PRI que reconoce que la modernización económica sólo cobra
verdadero sentido, cuando se traduce en mayor bienestar para las familias
mexicanas y que para que sea perdurable debe acompañarse con el
fortalecimiento de nuestra democracia. Esta es la exigencia que enfrentamos
y a ella responderemos con firmeza.
El
PRI reconoce su responsabilidad y ésta es de la mayor importancia para el
avance político de México. Los priístas sabemos que ser herederos de la
Revolución Mexicana es un gran orgullo, pero ello no garantiza nuestra
legitimidad política. La legitimidad debemos ganarla día con día, con
nuestras propuestas, con nuestras acciones, con nuestros argumentos.
Como
Partido, tuvimos un nacimiento que a todos nos enorgullece: el PRI evitó
que México cayese en el círculo vicioso de tantos países hermanos de
Latinoamérica, que perdieron décadas entre la anarquía y la dictadura.
La
estabilidad, la paz interna, el crecimiento económico y la movilidad
social, son bienes que hubieran sido inimaginables sin el PRI.
Pero
nuestra herencia debe ser fuente de exigencia, no de complacencia ni de
inmovilismo. Sólo los partidos autoritarios pretenden fundar su legitimidad
en su herencia. Los partidos democráticos la ganamos diariamente.
Amigas
y amigos del partido:
Surgimos
de una Revolución que hoy sigue ofreciendo caminos para las
reivindicaciones populares. A sus principios de democracia, de libertad y
de justicia es a los que nos debemos.
Los
ideales de la Revolución Mexicana inspiran las tareas de hoy. La Revolución
Mexicana, humanista y social, nos exige y nos reclama. La Revolución
Mexicana es todavía hoy nuestro mejor horizonte.
Encabezaremos
una nueva etapa en la transformación política de México. Sabemos que en
este proceso, sólo la sociedad mexicana tiene asegurado un lugar. Los
partidos políticos tenemos que acreditar nuestra visión.
En
esta hora, la fuerza del PRI surge de nuestra capacidad para el cambio, de
nuestra capacidad para el cambio con responsabilidad. Así lo exige la
Nación.
Nuestra
visión y nuestra vinculación histórica con el gobierno nos aseguró la
oportunidad de participar en los grandes cambios del país. La fuerza del
gobierno fue en buena medida la fuerza de nuestro Partido. Pero hoy el
momento es otro: sólo nuestra capacidad, nuestra propia iniciativa, nuestra
presencia en la sociedad mexicana y nuestro trabajo, es lo que nos dará
fortaleza.
Nadie
podrá sustituir nuestro esfuerzo. Nadie podrá asegurarnos un papel en la
transformación de México si nosotros no luchamos por él, si nosotros no lo
ganamos ante los ciudadanos.
Quedó
atrás la etapa en que la lucha política se daba, esencialmente, hacia el
interior de nuestra organización y no con otros partidos. Ya pasaron esos
tiempos.
Hoy
vivimos en la competencia y a la competencia tenemos que acudir; para
hacerlo se dejan atrás viejas prácticas: las de un PRI que sólo dialogaba
consigo mismo y con el gobierno, las de un partido que no tenía que
realizar grandes esfuerzos para ganar.
Como
un partido en competencia, el PRI hoy no tiene triunfos asegurados, tiene
que luchar por ellos y tiene que asumir que en la democracia sólo la
victoria nos dará la estatura a nuestra presencia política.
Cuando
el gobierno ha pretendido concentrar la iniciativa política ha debilitado
al PRI. Por eso hoy, ante la contienda política, ante la contienda
electoral, el PRI, del gobierno, sólo demanda imparcialidad y firmeza en la
aplicación de la ley. ¡No queremos ni concesiones al margen de los votos ni
votos al margen de la ley!
No
pretendamos sustituir las responsabilidades del gobierno, pero tampoco
pretendamos que el gobierno desempeñe las funciones que sólo a nosotros,
como partido, nos corresponde desempeñar.
Hoy
estamos ante una auténtica competencia. El gobierno no nos dará el triunfo:
el triunfo vendrá de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo, de nuestra
dedicación.
Los
tiempos de la competencia política en nuestro país han acabado con toda
presunción de la existencia de un partido de Estado. Los tiempos de la
competencia política son la gran oportunidad que tenemos como partido para
convertir nuestra gran fuerza en independencia con respecto del gobierno.
Hoy
somos la opción que ofrece el cambio con responsabilidad. Somos la opción
que mejor conoce lo que se ha hecho. Que sabe de los resultados de sus
programas, de sus aciertos y de sus errores.
Somos
la opción capaz de conservar lo que ha tenido éxito y somos la opción de
encontrar nuevos caminos de solución para los problemas pendientes.
No
entendemos el cambio como un rechazo indiscriminado a lo que otros
hicieron. Lo entendemos como la capacidad para aprender, para innovar, para
superar las deficiencias y los obstáculos.
¡Cambiemos, sí! ¡Cambiemos!
¡Pero hagámoslo con responsabilidad, consolidando los avances reales que se
han alcanzado, y por supuesto, manteniendo lo propio: nuestros valores y
nuestra cultura!
¡México
no quiere aventuras políticas!. ¡México no quiere saltos al vacío!. ¡México
no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en el poder y probaron
ser ineficaces!. ¡México quiere
democracia pero rechaza su perversión: la demagogia!
Ofrecemos cambio con rumbo y
responsabilidad, con paz, con tranquilidad. Se equivocan quienes piensan
que la transformación democrática de México exige la desaparición del PRI.
No
hemos estado exentos de errores, pero difícilmente podríamos explicar el
México contemporáneo sin la contribución de nuestro partido. Por eso, pese
a nuestros detractores y a la crítica de nuestros opositores, somos
orgullosamente priístas.
Debemos
admitir que hoy necesitamos transformar la política para cumplirle a los
mexicanos.
Proponemos
la reforma del poder para que exista una nueva relación entre el ciudadano
y el Estado. Hoy, ante el priísmo de
México, ante los mexicanos, expreso mi compromiso de reformar el poder para
democratizarlo y para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo.
Sabemos que el origen de
muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del
poder. Concentración del poder que da lugar a decisiones equivocadas; al
monopolio de iniciativas; a los abusos, a los excesos. Reformar el poder
significa un presidencialismo sujeto estrictamente a los límites
constitucionales de su origen republicano y democrático.
Reformar
el poder significa fortalecer y respetar las atribuciones del Congreso
Federal.
Reformar el poder significa
hacer del sistema de impartición de justicia, una instancia independiente
de la máxima respetabilidad y certidumbre entre las instituciones de la
República.
Reformar el poder significa
llevar el gobierno a las comunidades, a través de un nuevo federalismo.
Significa también nuevos métodos de administración para que cada ciudadano
obtenga respuestas eficientes y oportunas cuando requiere servicios, cuando
plantea sus problemas, o cuando sueña con horizontes más cercanos a las
manos de sus hijos.
Estos
son mis compromisos con la reforma del poder. Es así como yo pienso que
cada ciudadano tendrá más libertades, más garantías, para que sus intereses
sean respetados; para gozar de seguridad y de una aplicación imparcial de
la ley.
Los
priístas creemos en el cambio con responsabilidad.
Por
eso es que hemos hecho nuevas propuestas, que hemos asumido nuevas tareas.
Por eso es que convocamos - antes que nadie - a un debate entre los
candidatos a la Presidencia de la República.
Hemos
alentado acuerdos entre partidos; hemos planteado revisar el listado
electoral; hemos solicitado la participación de observadores en todo el
proceso electoral y la integración de un sistema de resultados oportunos.
Por
eso es que también hemos resuelto dar transparencia a todos nuestros
gastos.
Estamos
por elegir candidatos a diversos cargos de elección popular.
Amigas
y amigos:
Tenemos
que aprovechar este proceso para darle mayor fuerza a nuestra organización.
Todos los priístas tenemos una tarea que cumplir, todos tenemos una
responsabilidad que asumir.
No
queremos candidatos que, al ser postulados, los primeros sorprendidos en
conocer su supuesta militancia, seamos los propios priístas.
Asumimos
todos estos compromisos de reforma republicana, de reforma democrática y
federal; de reforma de los procedimientos y de su contexto; de reforma
interna del PRI.
Y lo
hacemos porque somos conscientes que la sociedad mexicana ha cambiado y que
demanda en consecuencia un cambio en las prácticas políticas. El PRI
participará con civilidad y con respeto a nuestro pluralismo en las
elecciones del 21 de agosto.
Como
candidato del PRI a la Presidencia de México reafirmo mi compromiso
indeclinable con la transformación democrática de México.
Que
se entienda bien: ese día sólo podrá haber un solo vencedor. Sólo es
admisible el triunfo claro, inobjetable, del pueblo de México.
Y
para que el pueblo de México triunfe el 21 de agosto, los partidos
políticos - todos - tendremos que sujetarnos a la ley y sólo a ella, sin
ventajas para nadie, sin prepotencias, sin abusos y sin arbitrariedades.
Por
ello, congruente con mi exigencia de una elección democrática, aspiro a que
el Congreso de la Unión decida las reformas electorales que procedan,
siempre a partir de los consensos que los partidos hemos venido
construyendo en el marco del Acuerdo por la Paz, la Justicia y la
Democracia, firmado el 27 de enero.
Aspiro
a que juntos ampliemos la autonomía y afiancemos la imparcialidad de
nuestros organismos electorales, a fin de que la voluntad popular y sólo
ella, determine los resultados de los comicios.
Confiabilidad,
certeza, regularidad y limpieza electorales no pueden seguir siendo sólo
aspiraciones, tienen que ser realidades que se impongan en las conciencias
de los ciudadanos. De ahí nuestro compromiso con la participación de
observadores en el proceso electoral.
La
elección es de la sociedad y por tanto no puede ser un asunto cerrado. Su
transparencia exige de la participación de observadores y no excluye que de
ella pueda darse el más amplio testimonio, tanto por parte de nuestros
ciudadanos como de visitantes internacionales. De ninguna manera tenemos
por qué mirar con temor a quienes desean conocer la naturaleza de nuestros
procesos democráticos.
Nuestras elecciones - y lo
digo con pleno convencimiento - no tendrán vergüenzas qué ocultar.
El
PRI estará al frente del avance democrático de México, asumiendo sus
responsabilidades y respondiendo a las exigencias de la sociedad mexicana.
En estos meses de intensos
recorridos por todo el país, de visita a muchas comunidades, de contacto y
diálogo con mi Partido y con la ciudadanía entera, me he encontrado con el
México de los justos reclamos, de los antiguos agravios y de las nuevas
demandas; el México de las esperanzas, el que exige respuestas, el que ya
no puede esperar.
Ese
es el México que nos convoca hoy; ese es el México que convoca a mi
conciencia; ese es el México al que habremos de darle seguridad, al que
habremos de darle rumbo en la nueva etapa del cambio.
Yo veo un México de
comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de
justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la
gran fortaleza de su cohesión, de su cultura y de que están dispuestas a
creer, a participar, a construir nuevos horizontes.
Yo veo un México de
campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen. He visto un campo
empobrecido, endeudado, pero también he visto un campo con capacidad de
reaccionar, de rendir frutos si se establecen y se arraigan los incentivos
adecuados.
Veo
un cambio en el campo; un campo con una gran vocación productiva; un campo
que está llamado a jugar un papel decisivo en la nueva etapa de progreso
para nuestro país.
Yo veo un México de
trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demandan;
pero también veo un México de trabajadores que se han sumado decididamente
al esfuerzo productivo, y a los que hay que responderles con puestos de
trabajo, con adiestramiento, con capacitación y con mejores salarios.
Yo veo un México de jóvenes
que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que
no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación y de
preparación. Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia, a
la drogadicción; pero también veo jóvenes que cuando cuentan con los
apoyos, que cuando cuentan con las oportunidades que demandan, participan
con su energía de manera decisiva en el progreso de la Nación.
Yo veo un México de mujeres
que aún no cuentan con las oportunidades que les pertenecen; mujeres con
una gran capacidad, una gran capacidad para enriquecer nuestra vida
económica, política y social. Mujeres en suma que reclaman una
participación más plena, más justa, en el México de nuestros días.
Yo veo un México de
empresarios, de la pequeña y la mediana empresa, a veces desalentados por
el burocratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las
autoridades. Son gente creativa y entregada, dispuesta al trabajo,
dispuesta a arriesgar, que quieren oportunidades y que demandan una
economía que les ofrezca condiciones más favorables.
Yo veo un México de
profesionistas que no encuentran los empleos que los ayuden a desarrollar
sus aptitudes y sus destrezas.
Un
México de maestras y de maestros, de universitarios, de investigadores, que
piden reconocimiento a su vida profesional, que piden la elevación de sus
ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos
académicos; técnicos que buscan las oportunidades para aportar su mejor
esfuerzo.
Todos
ellos son las mujeres y los hombres que mucho han contribuido a la construcción
del país en que vivimos y a quienes habremos de responderles.
Yo veo un México con hambre y
con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por
las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De
mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la
arrogancia de las oficinas gubernamentales.
Veo a ciudadanos angustiados
por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y
gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el
futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están
dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso.
Yo veo un México convencido
de que ésta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones.
Los problemas que enfrentamos los podemos superar.
Yo me propongo encabezar un
gobierno para responderle a todos los mexicanos. El cambio con rumbo y con
responsabilidad no puede esperar.
Manifiesto
mi más profundo compromiso con Chiapas. Por eso debemos escuchar todas las
voces, no debemos admitir que nadie monopolice el sentimiento de los
chiapanecos.
Expreso
mi solidaridad a todos aquellos chiapanecos que aun no han dicho su verdad,
a todos aquellos que tienen una voz que transmitir y a todos aquellos que
tienen una palabra que expresar.
Debemos
de asumir y debemos de decidir. Debemos de decidir si nos asumimos
plenamente como una sociedad plural o si concesionamos sólo a algunos la
interlocución de nuestros intereses.
Chiapas
es un llamado a la conciencia de todos los mexicanos. Pero nuestra
propuesta de cambio, no se limita a responderle solamente a Chiapas. Le
queremos responder a todos los mexicanos, a los de todos los pueblos, a los
de todos los barrios, a los de todas las comunidades.
Queremos
cumplirle a los chiapanecos, pero también a los mexicanos de la Huasteca, a
los de La Laguna, a los de la Montaña de Guerrero, a los de la Sierra Norte
de Puebla, a los de Tepito o a los de las barrancas de Alvaro Obregón, aquí
en el Distrito Federal; a los del puerto de Anapra, en Ciudad Juárez,
Chihuahua; a los de la Colonia Insurgentes, en Guadalajara, Jalisco; o a
los de San Bernabé, en Monterrey, Nuevo León.
Mi
compromiso es con todos los mexicanos; mi compromiso es luchar contra la
desigualdad y evitar crear nuevos privilegios de grupo o de región.
Los
mexicanos ante el conflicto hemos ratificado nuestra unidad esencial bajo
una bandera y nuestro ánimo de concordia.
Nuestras
instituciones probaron su legitimidad y su eficacia. De la solución del
conflicto, han salido fortalecidas.
Desde
aquí manifiesto mi reconocimiento al Ejército Mexicano por su patriotismo,
lealtad y entrega en la defensa del interés y la unidad nacionales.
Frente
a Chiapas los priístas debemos de reflexionar. Como partido de la
estabilidad y la justicia social, nos avergüenza advertir que no fuimos
sensibles a los grandes reclamos de nuestras comunidades; que no estuvimos
al lado de ellas en sus aspiraciones; que no estuvimos a la altura del
compromiso que ellas esperaban de nosotros.
Tenemos
que asumir esta autocrítica y tenemos que romper con las prácticas que nos
hicieron una organización rígida. Tenemos que superar las actitudes que
debilitan nuestra capacidad de innovación y de cambio.
Recuperemos
nuestra iniciativa, recuperemos nuestra fuerza, para representar las
mejores causas, para ofrecer los caminos de la paz, para responder ante las
injusticias.
Recuperemos
esos valores. Hagámoslo en esta campaña. Empecemos por afirmar nuestra
identidad, nuestro orgullo militante y afirmemos nuestra independencia del
Gobierno.
Es la
hora de un nuevo impulso económico; es la hora de crecer sin perder la
estabilidad financiera ni la estabilidad de precios. La economía, más allá
de las metas técnicas, tiene que estar al servicio de los mexicanos.
Por
eso, el nuevo crecimiento económico tiene que ser distribuido con mayor
equidad, con empleos crecientes, con ingresos suficientes.
Que
no nos quepa la menor duda: México cerrará este siglo con una economía
mucho más fuerte. Existen las condiciones para hacerlo, la sociedad lo
demanda.
La
tarea del crecimiento con estabilidad será de todos los mexicanos.
Es la
hora de la confianza para todos, la de traducir las buenas finanzas
nacionales, en buenas finanzas familiares.
Es la
hora de convertir la estabilidad económica en mejores ingresos para el
obrero, en mejores ingresos para el campesino, para el ganadero o para el
comerciante, para el empleado o para el oficinista, para el artesano o el
profesionista, para el intelectual y para las maestras y los maestros de
México.
Es la
hora de los apoyos efectivos y del impulso al esfuerzo que realizan las
mujeres y los hombres al frente de micro, pequeñas y medianas empresas. Que
se les lleve a superar sus dificultades, que se les apoye a ampliar sus
negocios con mejores tecnologías para que sean más competitivos en los
mercados.
Es la
hora del gran combate a la desigualdad, es la hora de la superación de la
pobreza extrema, es la hora de la garantía para todos de educación, de
salud, de vivienda digna. Esa es la reforma social de la que hablé en
Huejutla.
Es la
hora de hacer justicia a nuestros indígenas, de superar sus rezagos y sus
carencias; de respetar su dignidad. Como lo dije en San Pablo Guelatao,
Oaxaca: es la hora de celebrar un nuevo pacto del Estado mexicano con las comunidades
indígenas.
Es la
hora de nuevas oportunidades para el campo de México, como lo comprometí en
Anenecuilco, Morelos. Es la hora de enfrentar con decisión y con
firmeza la pobreza, y mejorar los niveles de vida de los campesinos.
Es la
hora de que el Artículo 27 de la Constitución se exprese en bienestar, en
justicia, en libertad para los hombres del campo. Y es la hora de acabar
para siempre con todo vestigio de latifundio; es la hora de dar certidumbre
al ejido, a las tierras comunales y a la pequeña propiedad.
Es la
hora de impulsar la reforma agraria para nuestro tiempo. Es la hora de
promover más y mejor inversión en el campo; de alentar de manera mejor y
más eficaz, con libertad, la participación de los campesinos.
Es la
hora de dar solución a los problemas de la cartera vencida en el campo, del
crédito escaso y caro.
Es la
hora de asociar los esfuerzos de los productores; es la hora de constituir
más cajas de ahorro, más uniones de crédito y de poner en marcha nuevos
mecanismos de comercialización.
Es la
hora de las regiones de México, para aprovechar mejor los recursos, para
aprovechar mejor la capacidad y el talento de cada una de las comunidades
del país, de cada ciudad de nuestro país, de cada estado de la República.
Un
desarrollo regional que abra las esperanzas de cada rincón de México, que
canalice recursos para mantener la infraestructura carretera, ferroviaria,
portuaria, hidráulica y energética.
Es la hora de superar la
soberbia del centralismo, como lo dije en Jalisco; de apoyar decididamente
al municipio. Es la hora de un nuevo Federalismo; es la hora de dotar de
mayor poder político y financiero, a nuestros estados, como lo dije en
Tabasco; es la hora de garantizar plenamente la conservación de nuestros
recursos naturales, de nuestro medio ambiente, de nuestra ecología.
Es la
hora de una educación nacionalista y de calidad; es la hora de una
educación para la competencia; es la hora de nuestras escuelas, de nuestros
tecnológicos; es la hora de la universidad pública en México; es la hora de
la gran infraestructura para la capacitación de todos los mexicanos que
quieran progresar.
La
educación es nuestra más grande batalla para el futuro. A ella destinaremos
mayores recursos.
Es la hora de reformar el
poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la República; es la
hora del poder del ciudadano. Es la hora de la democracia en México; es la
hora de hacer de la buena aplicación de la justicia el gran instrumento
para combatir el cacicazgo, para combatir los templos de poder y el
abandono de nuestras comunidades.
¡Es la hora de cerrarle el
paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad!
Es la
hora de la Nación. Es la hora de ser fuertes todos haciendo fuerte a
México. Es la hora de reafirmar valores que nos unen. Es la hora del cambio
con rumbo seguro para garantizar paz y tranquilidad a nuestros hijos.
La
única continuidad que propongo es la del cambio; la del cambio que conserve
lo valioso. Queremos un cambio con responsabilidad en el que no se olvide
ningún ámbito de la vida nacional; queremos un cambio democrático para una
mejor economía, para un mayor desarrollo social. Y hoy existen las
condiciones para lograrlo; la sociedad lo demanda.
Hoy
queda claro que los cambios no pueden ser ni marginales ni aislados. La vía
del cambio corre en igual sentido y en igual intensidad y urgencia por el
campo de la política, por el campo de la economía y del bienestar social.
Con
firmeza, convicción y plena confianza, declaro: ¡Quiero ser Presidente de
México para encabezar esta nueva etapa de cambio en México!
Amigas
y amigos; amigas y amigos:
Asumo
el compromiso de una conducción política para la confianza; una conducción
política responsable, para llevar a cabo los cambios que requerimos, para
cerrarle el paso a toda intención desestabilizadora, de provocación, de
crisis, de enfrentamiento.
Haremos
de nuestra capacidad de cambio el mejor argumento para convocar a la
confianza de los mexicanos, para garantizar la paz, para fortalecer nuestra
unidad.
Somos
una gran Nación porque nos hemos mantenido básicamente unidos, pero con
respeto a la pluralidad.
Queremos
un México unido, queremos un México fuerte, queremos un México soberano. Un México de libertades, un
México con paz, porque son amplios los cauces de la democracia y de la justicia.
Hay
sitio para todos en el México por el que luchamos afanosamente.
Soy
un mexicano de raíces populares. Soy un mexicano que ha recorrido en muchas
ocasiones nuestro país, que no cesa de maravillarse ante la gran variedad y
riqueza humana de nuestra patria y que no cesa tampoco de advertir
carencias y dolores.
Me
apasiona convivir, compartir, escuchar y comprender al pueblo al que
pertenezco. Aprendo diariamente de sus actitudes francas, de sus actitudes
sencillas.
Reitero
que provengo de una cultura del esfuerzo y no del privilegio. Como mis
padres, como mis abuelos, soy un hombre de trabajo que confía más en los
hechos que en las palabras. Pero por eso mismo, soy un hombre de palabra, un hombre de palabra que la empeño
ahora mismo para comprometerme al cambio que he propuesto: un cambio con
rumbo y con responsabilidad.
El
gran reclamo de México es la democracia. El país quiere ejercerla a
cabalidad. México exige, nosotros responderemos.
Como Candidato a la Presidencia de la
República, estoy listo también.
Demos nuestro mayor esfuerzo en ésta elección.
Vamos a echarle ganas.
No hay que bajar la guardia.
Vamos por la victoria.
Ganémosla con México y ganémosla para México.
¡ Que viva el PRI !
¡ Que viva México !
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