Palco de Prensa
Martes 21 Julio 2015
Por : Gilberto LAVENANT
En días pasados, Lauro Ortiz Aguilera, dió a concer los resultados de la encuesta de percepción de los bajacalifornianos respecto a la labor del Gobernador Kiko Vega y los Alcaldes de los cinco ayuntamientos de la entidad, realizada por Plural.Mx.
En síntesis, podría decirse que todos los políticos en general, en este caso los gobernantes, van a la baja. Como la paridad del peso frente al dólar. Cada día, la valoración es menos favorable.
Esto es preocupante, sin duda alguna. Más aún para los políticos evaluados.
Sin embargo, tampoco es para que se corten las venas. Los tiempos actuales indican que la valoración de toda la clase política, va a la baja. Es una tendencia generalizada.
Si los bajacalifornianos, difícilmente acuden a las urnas a votar, seguramente hasta flojera y hastío, les ha de generar, el que les pregunten qué opinan de los gobernantes.
Una cosa, va con la otra. El repudio hacia los políticos, es general. El repudio hacia los gobernantes, no puede ser menos.
Ciertamente, puede haber alguna diferencia, en los resultados de una evaluación respecto a la labor de los gobernantes, porque al inicio hay expectativas o esperanzas. Luego de transcurrida la primera parte de la gestión, se acaba la “luna de miel” y viene la decepción.
La pobre percepción que se tiene de los gobernantes, concretamente respecto a los alcaldes, se debe a que empiezan sus gestiones, con una pésima imagen de sus antecesores. Les entregan las arcas públicas prácticamente vacias y muchas necesidades populares, insatisfechas.
Observen y tendrán qué reconocer, que los recursos de los alcaldes, además de que son pocos, en gran parte los aplican para cubrir el costo de las deudas heredadas y el alto costo de los aparatos burocráticos. A gran parte del personal eventual, que contrataron, para cumplir compromisos de campaña, los dan de baja de la nómina y es necesario indemnizarlos. Es un costo adicional, que merma las capacidades económicas.
Una de las primeras críticas que se les hace a los alcaldes al inicio de su gestión, es que hacen poco o que no hacen nada. Y es que inician sin nada. Empiezan a fin de año, el primero de diciembre, cuando las finanzas municipales ya están exhaustas.
Los pocos ingresos que logran, a veces ni siquiera sirven para cubrir el gasto corriente. Tratando de salvar la situación, recurren a conceder estímulo a los contribuyentes. Como liberarlos de recargos y multas. Además, el aplicarles descuentos y en forma especial rifar bienes diversos entre los que acudan a pagar. Por ejemplo, automóviles.
La experiencia ha demostrado, que los contribuyentes de escasos recursos económicos, son los más cumplidos. O bien, los que tratan de aliviar un tanto su agonía económica, aprovechando descuentos y premios.
Por el contrario, los contribuyentes de mejor condición económica, aunque tengan recursos para cumplir con sus obligaciones fiscales, hacen todo lo posible por evadirlas. Son exigentes y severos críticos de la administración pública, pero irresponsables en la contribución al gasto público.
Inventan triquiñuela y media, para darle la vuelta a los compromisos u obligaciones fiscales. Y cuando los aprieta el gobierno, para que cumplan, se molestan. Muchos de ellos prefieren pagar abogados, para buscar en la vía del amparo, cómo salvar la situación. Así es, año tras año.
Claro, también incide mucho en la percepción, el alto grado de corrupción. El hecho de que los pocos recursos disponibles, los utilizan para hacer obras, muchas de ellas de relumbrón, y que por asignación directa la contratan con las constructoras de sus compas. En algunos casos, de las que los propios funcionarios son socios.
Debido a la estrecha relación, entre los gobernantes que contratan, y los constructores que han de realizar las obras, generalmente utilizan materiales de mala calidad, mal diseñadas y pésimamente realizadas. Y ni evitan tales irregularidades, ni las castigan, porque, de hacerlo, afectarían sus propios intereses.
Los ciudadanos, que padecieron durante largos meses, la realización de una obra, ven con coraje, cómo dicha obra es de corta duración. Más tardan en cortar el listón de inauguración, que en brotar las fallas, que llevan a asignarlas de nueva cuenta, como si nunca se hubiesen realizado.
El problema es que los ciudadanos, como contribuyentes, pagan todos los “platos rotos”, una y otra vez. Y no distingue en que pueda haber políticos honesto y políticos dehonestos. Para ellos, todos los gobernantes son corruptos.
Tampoco distinguen, que unos son de un partido, y otros de algún otro, diferente. La percepción es generalizada : todos los políticos, y por lo tanto todos los gobernantes, son corruptos.
Por ello en las encuestas de percepción, los resultados son tan pobres. No tanto porque se trata de evaluar o reprobar, a determinado político. Incluso, los gobernantes en turno, cargan con la culpa, de no haber intentado castigar o sancionar las corruptelas de sus antecesores. Así, las percepciones de ellos, son pésimas.
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