Palco de Prensa
Jueves 23 Julio 2015
Por : Gilberto LAVENANT
La corrupción, no surge de manera expontánea. Se genera, básicamente, cuando, deliberada, accidental o involuntariamente, determinado funcionario viola una disposición jurídica, que generalmente le reditua ingresos. Si nadie lo cuestiona, ni mucho menos lo sanciona, ese acto, fuera de la ley, se repite, una y mil veces, hasta que se convierte en una costumbre.
Pero aquí cabe aplicar aquello de que “la culpa no es del indio, sino de quien lo hace compadre”. Todo funcionario, en un momento de necesidad económica extrema, generalmente, -aunque hay muchos que lo hacen siplemente por mañosos- busca cómo lograr ingresos adicionales a su sueldo. A la primera ocasión, le hace la lucha. Si cree que nadie lo vió, lo repite.
Lo grave, es que, en todas las instituciones públicas, e incluso privadas, hay órgnos de fiscalización, que periódica y constantemente deben realizar labores de revisión, para verificar que no se den esas “libertades”. En caso de detectar alguna irregularidad, adoptar las medidas necesarias o petinentes, para tratar de evitar que se repitan. En caso de que el corrupto, no reaccione favorablemente, o sea que no corrija su conducta, lo recomendable es proceder legalmente en su contra.
Sin embargo, en caso de que el corrupto insista en su mala conducta y los fiscalizadores no procedan en su contra, entonces, los que deben ser sancionados son ellos. O mejor dicho, unos y otros. A los que actúan mal y a los que los dejan hacerlo, al no sancionarlos.
Es entonces, cuando se aplica lo de que “no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre”, y más que un compadrazgo entre ambos, lo que surge es una complicidad. La corrupción se institucionaliza, se arraiga, al grado de que se convierte en un mal “normal”.
Cabe hacer tales observaciones, para recordar que a mediados del 2014, se armó un escándalo, cuando trascendió que los órganos de fiscalización del gasto público de la Legislatura Estatal, detectaron, que el entonces Rector de la UABC, Felipe Cuamea, invirtió recursos universitarios en la Bolsa de Valores. Incluso, que perdió en esa actividad, unos 32 milllones de pesos.
El Rector, sintió que “le pisaban la cola” y escandalizó a la comunidad universitaria, advirtiendo que los políticos, investidos de legisladores, estaban violentando la autonomía universitaria. Que se querían “meter hasta la cocina” y sobre todo, que querían participar en el proceso de renovación del titular de la Rectoría.
De manera extraordinaria, Cuamea convocó al Consejo Universitario, y en reunión celebrada un fin de semana, en Tecate, en la primer semana de octubre, les advirtió que la UABC debe ser autónoma del gobierno, de los partidos políticos y de todos aquellos intereses ajenos a la Máxima Casa de Estudios.
Le quedaban solamente unos días como Rector y se imaginaba tras las rejas, despojado de su cargo universitario, sometido a proceso, por la presunta comisión del delito de peculado. Así es que se defendió, “como gato boca arriba”.
Los legisladores, en especial los integrantes de la Comisión de Fiscalización del Gasto Público, encabezada por el diutado Rodolfo Olimpo Hernández, se asustaron, temieron un serio enfrentamiento con los universitarios y frenaron sus acciones fiscalizadoras. Supuestamente harían una pausa, mientras que transcurría el procedimiento de elección del nuevo Rector.
La mañana del sábado 6 de diciembre del 2014, la Junta de Gobierno de las UABC, eligió como nuevo Rector a Juan Manuel Ocegueda Hernández, para sustituir a Cuamea. Hace ya más de 7 meses de eso y ya nadie ha vuelto a hablar de las finanzas universitarias, ni de los deslices financieros del exRector.
Nadie ha dicho a los legisladores locales, integrantes de la Comisión de Fiscalización del Gasto Público, en especial al presidente de la misma, diputado Rodolfo Olimpo Hernández, que Cuamea ya no es Rector de la UABC, y que ya transcurrió en exceso la pausa que marcaron, a fin de que no se les acusaran de que intentaban violentar la autonomía universitaria.
¿Será acaso que la autonomía universitaria, otorga fuero a sus funcionarios, empezando por el Rector, a fin de que puedan hacer lo que les venga en gana, sin recibir sanción alguna, en caso de incurrir en irregularidades?
¿Acaso los legisladores, pueden negociar, para no hacer valer sus facultades fiscalizadoras respecto de instituciones públicas como la UABC?
¿A qué tipo de negociación llegaron con Cuamea? Solamente falta que una vez que concluyen su gestión legislativa, presuman que ya ostentan alguna Maestría o hasta un Doctorado, sin haber realizado estudio alguno. Como dicen que pasó con algunos economistas.
Los políticos, en este caso los legisladores locales, aprovechan que la mayoría de las personas son de memoria corta y que ya nadie les cuestionará sobre este tema. Sobre todo, que nadie les acusará de ser cómplices de Cuamea.
Que nadie les restregará en sus caras, aquello de que “tanto peca el que mata la vaca, como aquel que le detiene la pata”.
O aquello de que no tiene la culpa el indio –en este caso Cuamea- sino el que lo hace compadre, o sea los flamantes diputados locales. Llegó un momento en que pareció que se agarraban a moquetes. Pero terminaron siendo compas. Cómplices, pues. Qué cinismo.
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