Ni a cual irle, cuando la Nomencloatura Política; entendida esta como el puñado de familias que mangonean a los Partidos Políticos por medio de sus alfiles en el Congreso Federal, decidieron “cambiar las reglas del juego” y ampliando el menú con partidos “chatarra” o bien “maruchans” difíciles de digerir, en otro esfuerzo para hacer más tortuosa la ruta democrática del país. Se le pone una pintadita a la fachada nacional de apertura política, se abre la llave al pluralismo, pero se les ponen muchas piedritas en el camino. En el fondo la estrategia es aplicar las viejas consejas populares y que no se equivocan: Manipular los comicios en la tónica del “divide y vencerás”, por medio de destellos de modernidad, de una supuesta competencia política a base de fuegos de artificio y cortinas de humo, distractores pues. Por un lado los viejos partidos grandes, tradicionales, anquilosados que temen perder la mayoría en el Congreso, lo que a la postre sería el inicio para frenar, dar reversa en la definición de las Leyes Secundarias, darle para atrás a la reglamentación de las reformas estructurales emprendidas por el Jefe del Ejecutivo Federal. Mientras que por otra parte surgen una serie de partidos relativamente jóvenes, la chiquillada, algunos vistos como partidos “rémoras” o “satélites” de los partidos grandes, que por las duras exigencias que hoy se les impone muchos de ellos naufragarán irremediablemente, les dejaron la medida muy alta a estos partiditos. Difícilmente alcanzarán el porcentaje de votos necesario para asegurar su registro ante el INE. Al igual que los topes de su presupuesto para campañas, entre otras limitaciones y estrecheces que vendrán a estrangular las aspiraciones para crecer como alternativas reales para los ciudadanos votantes. Entre estos el partido Humanista, el del Encuentro Social, el Movimiento Ciudadano. Antecedidos por el PRD y el PT, mientras que MORENA enfrenta el reto de desmarcarse de esta tendencia aplastante, demostrar que sus aspiraciones de crecimiento son legítimas, que se encuentra aglutinado, vigente y con presencia real en todos los rincones del país. La historia de los partidos de izquierda ha sido marcada por el divisionismo, el sectarismo, la dispersión y la atomización, partidos de intelectuales orgánicos y en muchos casos presa fácil para sucumbir al “canto de las sirenas” y las comodidades que conlleva el “vivir del presupuesto”. Los ideales, principios y condignas de sus albores, se vuelven en modulares, que se quitan y ponen según convenga la ocasión. Con le dan al traste a la facultad de los partidos de ser los instrumentos para la participación ciudadana dentro de un marco de civilidad democrática para impulsar los cambios de fondo que le urgen a la Nación. El fin justifica los medios. Las justificaciones abundan. Todos perdemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario