Sin esfuerzo a la mente llegan las imágenes de un hombre que sin proponérselo me hizo amar el periodismo. Aurelio Garibay Martínez quien hoy cumple 20 años de fallecido.
De mirada aguda, palabras sencillas y profundo conocimiento de la realidad en México el corresponsal de La Jornada redactaba como platicar.
Dueño de infinitos verbos sabía como explicar, sabía como impactar y sabía como ser amigo.
Como me dijo alguna vez Don Julio Scherer (refiriéndose uno de sus amigos): “lo conocí y fue mi amigo y con el tiempo aprendí a quererlo”.
Su sueño era en aquellos tiempos de la incipiente Tijuana crear un medio de comunicación para ejercer el periodismo. Un medio donde tuviéramos cabida todos porque a Aurelio Garibay le faltaba, no tenía, estaba desprovisto de envidia.
Así conoció y reclutó en su corazón a decenas de compañeros, no quiero olvidar a ninguno por eso no comienzo con la lista interminable de los que llegó a apreciar y porqué no decirlo, bajo esa sombrilla de cariño enseñarles a reportear.
A ver déjeme echarle un vistazo a su nota, me decía en la redacción, y cuando se sentaba en la máquina de escribir la noticia se transformaba en otra cosa, en un diálogo directo con el lector, se transformaba esa dura máquina Olivety en una conexión telepática con el lector a través de una simple hoja de periódico impresa en talleres de las redacciones donde trabajó; más bien donde se divirtió haciendo para lo que nació.
Manejaba el color a la perfección era el maestro más avezado de la descripción. Pero jamás aburrida descripción sino chispeante, folklore, pueblo. Hizo crónicas que al leerse dejaban salir de entre el acomodo de las letras a los personajes, los hechos y si era usted buen lector hasta los colores, los contrastes de luz, los olores.
Eso fue lo que me dejó para siempre, el sabor de un periodista que se negaba a ser llamado de esta manera y prefería decirse simplemente reportero.
Hoy lo recordamos con el aprecio de siempre, pero sobre todo, ya sin lágrimas en los ojos (el corazón deja de hacerlo 10 años aproximadamente de la pérdida) saber la enorme falta que nos hace, el gran vacío que dejó en los medios, entre los cuates, en la narrativa política, en la crónica urbana.
Sigue descansando y reporteando en el cielo amigo, padre de mi periodismo, querido Aurelio que nosotros te seguimos recordando con cariño y tranquilamente ahora sabemos que ya nos volveremos a ver para que nos regales una de tus sonrisas y simpáticas frases como la que originó el que yo escribiera una columna política en tu honor denominada “A la víbora de la Mar” porque alguna vez nos dijiste exigiendo que entregáramos más trabajos y de mejor calidad en El Sol de Tijuana: “Ya dejen de estarle jugando A la Víbora de la Mar”.
Sigue descansando en paz Aurelio que tus 8 columnas en los medios del cielo seguramente como aquí te darán crédito colocando en tus crónicas en letras de nube y relámpago Aurelio Garibay Martínez.
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